miércoles, 7 de abril de 2010

Noche

Me encanta la noche con su oscuridad relajante, con el silencio que conlleva. No me apetece dormir, sino asomarme a la ventana y ver las formas de la noche, la sombra que deja en el árbol la luz de la farola, la calle vacia, alguna estrella en el cielo que no es ahogada por la luminosidad de la ciudad.
La noche te acuna con su tranquilidad para que te mantengas despierto, oýendola atentamente. Mi mente saborea la tregua que el día no está dispuesta a ofrecer. Un poco de música, velas y la mente en blanco.
Falta poco para que amanezca, pasa rápido el tiempo cuando no piensas en él. El tiempo es un concepto muy abstracto e invento del hombre, como concepto. Desde que el hombre es hombre siempre ha dependido de él. Sale el sol, hay que cazar, recolectar frutos. Está en el cenit, hay que comer. Desaparece, entonces, hay que dormir. Ahora tenemos relojes, despertadores y necesitamos más, porque queremos más. Somos avariciosos hasta con los segundos, no regalamos ni uno. Estamos rodeados de conceptos que nos incapacitan. Ya no hay espontaneidad.
Suena el despertador, es hora de dormir, el sol sale. Vamos Silvia, lávate los dientes que la cama espera que calles y por fin descansar.

martes, 6 de abril de 2010

Medio día

La hora de almolzar y todavía en la cama, es aburrido ver pasar el tiempo. Antes me gustaba, ya no. La comida no es necesaria para el alma. Ser pobre de espíritu será como ser un anoréxico del alma, parece que la comida no es necesaria pero sin ella se acabó, ni alma, ni cuerpo pero si la nada. Siempre está cuando la llamo. Proteínas vegetales y animales y algo de vitaminas, ese será mi almuerzo. Mi cuerpo se quedará flácido, en la cama su surco marcado, como en los dibujos animados.
¡Ay Silvia! levántate ya. Levántate ya, me recuerda algo:
"[...] ¡Ay! -pensé- ¡Cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz, como Lázaro, espera
que le diga: <<¡Levántate y anda!>>"
...A comer.

Mañanas

Como en una mañana cualquiera, me desperté. Arropada por el olor de los viejos sueños, por las mundanas cosas que se hacen pesadas al no lograr alcanzarlas. Conseguir abrir los ojos supone una lucha ganada para mis legañas. Así comienzan mis días, sin ganas de nada. La nada sabe bien aunque rutinaria asquea, como todo.
No quiero pensar en mis viejos logros, son viejos, ya no los recuerda nadie. Nadie, es mi mejor compañía, no tengo otra aliada igual, tan finamente cosidas en el hilo de la nada.
Nada, nadie y yo, dos en un lugar, que se hacen tres en un plas. No hay nada como juntar las manos.
Absurdo o no, abstracto o no, real, irreal o surreal, que más da, son sólo conceptos.
Esa mañana tenía la cabeza amotinada.
Se dijo Silvia: vuélvete a acostar.