
En frente del espejo, Teresa se prueba sus vestidos, uno tras otro. Mientras, Héctor, se dirige a la joyería, allí se encuentra un colgante, unos pendientes y un anillo hechos de ópalo noble, "cinco años de casados lo merecen" piensa mientras imagina la cara de su bella esposa viendo el regalo. Lleva unos días un poco rara pero supone que será por el aniversario.
Strangers in the night suena en toda la casa cuando Teresa recuerda el ópalo, no concibe como pudo desaparecer de la misma manera que apareció, fugazmente. "Se lo contaré esta noche a Héctor" dice en voz alta mientras siente un gozo enorme, pues estar sola, con tiempo y espacio para ella misma, no es habitual. Cuando vivía sola sí que disfrutaba, llegaba a su casa, encendía el equipo de música y dialogaba consigo misma. Hoy recuerda esos días y disfruta de éste como si fuera uno de aquéllos.
Se mira varias veces al espejo y queda maravillada, se ve guapa, se siente guapa, es guapa. Suena el teléfono, "¿si?...hola cariño...sí, estoy lista...vale, perfecto...hasta ahora mismito". Vuelve al cuarto, frente al espejo, para pintarse pero no lo hace porque, como he dicho antes, se siente guapa y una base más oscura no va a mejorar lo que de por sí es bello.
Héctor toca el portero, Teresa contesta que ya baja. No pasa ni un minuto cuando la ve bajar con ese vestido rojo que tanto le gusta, sus piernas largas y suaves finalizan en unos zapatos de aguja negros charol. Sonríe contenta, sabe el efecto que ha causado. Mira a sus labios y los besa.
En el coche no paran de reír, cantar y parlotear. Son felices pero de esas pequeñas cosas ningún humano se da cuenta, como no son palpables...
Al llegar al restaurante Héctor se baja del coche primero y le abré la puerta a su dama. Ella no para de reírse "Cariño, la galantería es ñoñería, hasta incluso machismo". Se intercambian los papeles,ahora es Héctor el que esboza una sonrisa y mirándola le dice "otra vez con el machismo. Yo me pondría en el suelo para que no mojaras tus zapatos con un charco...¿eso es machismo?". A lo cual responde Teresa, "jajajaja, tú lo harías para verme las bragas". Entran al restaurante radiantes, las mejillas de ambos llenas de color, los ojos brillantes y una sonrisa de oreja a oreja. Piden la mesa que había reservado él hace ya un par de días, se sientan y allí mismo, sin esperar un segundo más, Héctor saca un estuche, se lo tiende a su mujer y ella lo abre, "es...es...es el ópalo". Él la mira y se da cuenta quien le quitó el ópalo de la cartera, "otra vez tu sonambulismo".